De muy buen ánimo, como si estuvieran en una pasarela de modas y urbanidad, borrando de sus mentes la idea de la derrota que muchos les auguran, las priistas Cecilia González Gordoa y Margarita Hernández Fiscal se registraron como candidatas a las alcaldías de San Luis Potosí y Soledad de Graciano Sánchez, respectivamente.

No fue la cuota de género lo que se impuso en el PRI, fueron otros los criterios y las circunstancias.

Al darse cuenta que no había militantes hombres dispuestos a competir contra los perredistas Ricardo Gallardo Juárez y Gilberto Hernández Villafuerte, el gobernador Juan Manuel Carreras, en su carácter de líder real del priismo potosino, las convenció de que aceptaran este reto que consiste en mirar todo el tiempo hacia el precipicio sin marearse.

Vaya ingrata misión imposible que les delegó el gobernador. El PRI está lejos de remontar el dominio gallardista que de Soledad se expandió hace casi ya tres años a la capital potosina, noqueando al PAN y mandando fuera del ring al tricolor.

El dirigente del PRI, Martín Juárez, por su estilo que tiende a la grisura, no ha servido de mucho para reanimar a las bases, su desempeño está muy por debajo de las exigencias y aún así recién se le premió con una diputación local plurinominal, sin ninguna gota de sudor.

¿No había otros con más méritos? Esta tendencia de reconocer a quienes poco o nada se han esforzado para levantar al PRI de la lona, se confirmó al entregar la segunda diputación plurinominal a Beatriz Benavente, la oficial mayor de la legislatura estatal más corrupta y desacreditada de la historia potosina.

El grueso del priismo potosino está desconcertado por la repartición de candidaturas decidida en el despacho principal del Palacio de Gobierno. No le encuentran la lógica ni el sentido común.
Les parece inverosímil que a Juárez se le premie con una curul, cuando lo que merece es una destitución fulminante, contagió al PRI del virus de la parálisis.

Otra candidatura que abrió grandes fisuras que se reflejarán en las campañas y en el resultado de la votación, fue la imposición del empresario Luis Mahbub como candidato al Senado, y dejar fuera a proyectos ya articulados y listos para entrar en acción en toda la entidad.

Nos referimos a los secretarios Alejandro Leal y José Luis Ugalde, además del ex jefe policiaco Enrique Galindo, quien parecía el más adelantado de los tres porque afuera de la Ciudad Judicial ya tenía todo preparado para su registro con porristas y tambora incluida. Recibió una llamada en su celular y su semblante se le endureció. Va pa’ tras papá.

Estos hombres inmodestos que se disputaban la senaduría, al ser descartados no han manifestado, al menos en público, inconformidades ni disgustos, se los están guardando para una mejor ocasión. Y hasta la fecha, no se han tomado la foto de la unidad con el empresario Mahbub.
Hasta ahora en el PRI todo es apariencia, de disciplina, orden y consenso; pero cualquier disidencia o rechazo que surja contra la imposición de candidatos, se volvería una catástrofe, el germen está latente.

Hay muchas razones para una rebelión en el PRI, sus candidatos son de bajo perfil y sin nivel de competitividad, la derrota se dibuja amplia y devastadora; por si fuera poco, la imagen del partido se ve abollada aún más con la designación del delegado del PRI, Julián Luzanilla, que formó parte del gabinete del ex gobernador de Chihuahua, César Duarte, quien desde su exilio dorado en Texas ha tenido la suerte de no ser extraditado por sus fechorías.

¿Pero cómo se verá Luzanilla criticando a los otros partidos de corrupción, cuando formó parte del saqueo de Duarte que tiene cuentas bancarias millonarias y residencias de fábula en El Paso, Texas y anexas? ¿No le tocó nada al delegado?
El futuro para Cecilia y Margarita no es nada halagador, son conocidas solo en la clase política, tardarán mucho para que el electorado las identifique y será ya muy tarde. Se dice que no tienen factores negativos en su contra y ese fue uno de los criterios que determinaron su designación, más allá de su condición de mujeres.

La primera se siente más empoderada y está más cercana al círculo del gobernador, es la nueva generación de la estirpe de su tía Yolanda Eugenia González, cuadro del cacique Carlos Jonguitud Barrios que la conoció en condiciones de pobreza, al frente de vendedores ambulantes en la CNOP.

La trayectoria pública de Cecilia es escasa y sin luces, hasta hace unas semanas fue directora del DIF, donde guardó silencio ante las raterías de la pasada administración que le adjudican a la familia Ramos; hizo una breve escala en el Congreso del Estado y finalmente aceptó la candidatura a la alcaldía.

En su registro se hicieron presentes con abrazos y felicitaciones, Mario García Valdez y José Luis Romero Calzada, personalidades que desmienten su discurso de cambio y esperanza.
Con un perfil social menor, Margarita no tiene antecedentes familiares destacados en el PRI y desde que escaló en la política se mudó a una residencia en Las Lomas, no vive en una casa de interés social de Soledad. Presume, como un gran mérito, haber sido la primera mujer que está al frente de la Dirección de Gobernación, que puso en orden a los giros negros y erradicó la corrupción, declaraciones que nadie se toma en serio.
Sus figuras tutelares son Victoria Labastida, Agustín Soberón, Emigdio Ilizaliturri, Aurelio Gancedo y Mario García Valdez.

¿Cómo se puede convencer así al electorado de que el PRI es una buena opción?

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