Son fifís, son hipócritas, son falsos.

Por eso los ridiculiza el presidente AMLO, porque navegan con bandera de honestos y decentes, hablando a nombre de una señora maquillada que llaman “sociedad civil”, cuando en el fondo solo quieren seguir con privilegios y negocios desde los cómodos asientos que ocupan en las clases acomodadas.

Ellos mismos se pierden el respeto, cuando hablan sobre derechos humanos y defienden causas desde la misma sociedad, dicen ellos; pero, pronto enseñan su doble moral involucrándose con sus ambiciones en cuestiones de partido, y ocupando puestos públicos.

Lanzan diatribas contra los partidos políticos, pero luego no tienen empacho en acercarse a los mismos, ponerse de tapete, ser candidatos, y hasta elogiar públicamente a políticos a los que luego traicionarán.

O se embarcan en aventuras electorales, asumen el compromiso de representar a un partido, y a los derechos y demandas que los afiliados de esas organizaciones defienden.

Y apenas llegan al Congreso, se declaran independientes, cometiendo un fraude en despoblado a quienes votaron por ellos con la supuesta esperanza de que tendrían un representante en la máxima tribuna del país.

Así, Xavier Nava Palacios; así José Emilio Álvarez Icaza.

Ambos llegaron a puestos en el Congreso de la Unión gracias al PRD, partido al que luego traicionaron.

Ambos descienden de personajes respetables, quienes contribuyeron a la democracia del país con honestidad y congruencia hasta el fin de sus vidas.

No como estos charlatanes que tienen de descendientes.

Álvarez tuvo un padre honesto, que desde el CENCOS difundía información social, y que junto a Heberto Castillo luchó por las causas populares, y contra los privilegios.

Tan falso Álvarez Icaza. Él sabe que, desde lo jurídico, desde los Derechos Humanos, existe la presunción de inocencia. Entiende de los juicios mediáticos.

Pero toda esa trayectoria la echó a la basura. Ahora es un político del montón, y como pretendido diputado “independiente” (bien le dijo Muñoz Ledo en tribuna: usted no es un diputado independiente; es un diputado sin partido), se pone a lanzar acusaciones con fines políticos.

Álvarez y Nava firmaron un desplegado cuestionando a López Obrador, y asumiéndose (según ellos) como “contrapeso” ante un presidente que por fin está haciendo bien las cosas.

Por eso solo hicieron el ridículo, y el Peje términó por llamarlos “ternuritas”, burlándose de ellos.

Dice Álvarez que Ricardo Gallardo Cardona renunció al PRD para buscar protección contra supuestos delitos.

Cualquier persona decente entendería que eso es una simple difamación, si no se cuenta con pruebas que deben presentarse en las instancias correspondientes.

Es también una mezquindad cuando el declarante, Álvarez Icaza, sabe que Gallardo fue procesado y encontrado inocente de los delitos de los que se le acusaba.

Es una insidia de vecindad si quien acusa no tiene entonces el valor de presentar ante los tribunales las pruebas documentales de lo que afirma.

Si algo de probidad y respeto tuviera el diputado federal “sin partido”, debería reconocer que los organismos autónomos como la Auditoría Superior del Estado (ASE), o la Federal, no encontraron irregularidades al citado Gallardo Cardona.

Si Álvarez Icaza no confía en esos entes (promovidos por ellos desde siempre) entonces debe empezar por cuestionarlos, por irse a fondo, y plantear una renovación total y un ataque a la corrupción, como hace AMLO, que no se anda con mentirijillas para encubrir falta de arrestos.

Pero lo que le interesa es hacer mancuerna con el otro fifí, Xavier Nava Palacios, otro hipócrita que cometió las mismas bajezas que Álvarez Icaza: deslealtad al partido que lo impulsó, y fraude a quienes votaron por él, pues pensaron que sufragaban por el nieto de Salvador Nava Martínez, y ahora se dan cuenta que los gobierna el hijo de Luis Nava Calvillo.

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